sábado, 15 de diciembre de 2012

Oscar Niemeyer, el soñador de curvas, el arquitecto inmortal. Parte 2: de 1940 a 1960.

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Coincidiendo con el 105 aniversario del nacimiento de Oscar Niemeyer, continuamos con el homenaje a su vida y obra desde sus propias palabras. En este caso, desde 1940 hasta 1960. 

A principios de los años 40, Mies tenía su propio estudio junto con Reidy, Jorge Moreira y Helio Uchoa en la calle Porto Alegre de Río de Janeiro.

"En 1944 mudamos nuestra oficina a la calle Conde de Lages, nº 25. Desde las ventanas veíamos como pasaban los viejos pregoneros con sus gritos -:"Helado, helado", "Dulce de leche Soberano"... Me encantaba esa casa. Me recordaba a hace muchos años cuando, aún siendo estudiante del Colegio Barnabita, caminaba por allí con mis colegas. Recuerdo el bar de la esquina, al hombre con la bandolina, a las mujeres caminando por la calle con aire contestatario".

Estudio de Niemeyer en la calle Conde de Lages

"Siempre fui un rebelde. De familia católica, había olvidado los viejos prejuicios. El mundo me parecía injusto, inaceptable. La miseria se multiplicaba como algo natural e inaceptable. Me uní al Partido Comunista, abracé las ideas de Marx, y así sigo hoy".

"El proyecto para la sede de las Naciones Unidas fue redactado por un comité de diez arquitectos, dirigido y organizado por el arquitecto estadounidense Wallace Harrison en 1947. Cada arquitecto presentó su solución, que fueron discutidas por todos los miembros durante las reuniones diarias con el fin de determinar la que serviría de base para el diseño final. Fue entonces cuando el viejo maestro me habló sobre sus preocupaciones. Sentía que su proyecto (el nº 23) había sido mal entendido y temía que si yo presentaba una solución, estaría contribuyendo a la confusión. Cada uno de los arquitectos presentaron su propuesta. Yo era el único que dudaba, ya que Le Corbusier me había recomendado -:"No hagas nada. De lo contrario, estarás participando en la confusión." (...) Una tarde, Harrison me llamó a su oficina. Esperaba que presentara mi solución y al decirle que no quería competir con Le Corbusier, Harrison respondió de inmediato -:"Oscar, no has sido invitado para ayudar a Le Corbusier, sino para presentar un proyecto, al igual que todos los demás". Durante esa semana no hice nada y sólo empecé a trabajar después de que el propio Le Corbusier me convenciera, ya que todo el mundo estaba esperando a mi trabajo para tomar la decisión final. Estaba tan familiarizado con el ejercicio de las Naciones Unidas que terminé mi proyecto (el nº 32) en tres días. A la semana siguiente, el comité escogió mi propuesta. (...) Tuve la impresión de que había contribuido a la denegación del proyecto de Le Corbusier, por lo que fui a Harrison pidiéndole insistentemente que realizara un examen nuevo y reconsiderara su diseño. -:"No te preocupes, Oscar. Está bien". Fue con estas palabras con las que el maestro terminó el asunto. Aún así, al día siguiente, Le Corbusier me pidió que aprobara un cambio en mi proyecto. (...) Yo no estaba de acuerdo. Sin embargo, decidí contentarlo. Mi único deseo era darle todo mi apoyo, por lo que decidimos unir nuestros dos proyectos en uno que clasificamos como 23-32".


Sede de las Naciones Unidas en Nueva York

En 1954, Niemeyer realizó su primer viaje a Europa, invitado a participar en la Exposición Internacional de Arquitectura de Berlín (Interbau), junto con otros 15 arquitectos de renombre internacional, como Le Corbusier, Arne Jacobsen, Max Taut y Walter Gropius. Inaugurada en 1957, su objetivo era la remodelación del barrio "Hansa" (Hansaviertel), como parte de la reconstrucción de Berlín después de la Segunda Guerra Mundial.

" Descendimos en Italia. Fuimos a Roma, Florencia, Venecia y Lisboa, y luego viajamos hacia París, donde Vinicius de Moraes nos esperaba en la estación. Estuvimos tres días en París, una semana en Checoslovaquia, un mes en Berlín, y finalmente, Moscú (...) Una semana más tarde volvimos a Brasil, a recordar París, los Campos Elíseos, el antiguo Sena. Roma, con sus monumentos, Venecia, la Plaza de San Marcos llena de gente, como una gran sala protegida; Berlín, el hotel Van Zoo (...) y Moscú, sede de los hombres que aman la paz y la libertad".

Oscar Niemeyer en su primer viaje a Europa

En 1956 fue invitado por el Presidente de Brasil, Juscelino Kubitschek, a proyectar la nueva capital de Brasil; y nombrado Director del Departamento de Urbanismo y Arquitectura de Brasilia. 

"Comencé a meditar sobre Brasilia una mañana de septiembre de 1956, cuando Juscelino Kubitschek se bajó de su coche en la puerta de mi casa, y me invitó a que lo acompañara a la ciudad, explicándome el problema durante el viaje. Mi primera reacción fue de interés, tanto profesional como emocional, por lo que este hombre me inspiraba. Vi la preocupación de un viejo amigo con el que estaba vinculado por otros trabajos, otras dificultades y por una larga y fiel amistad. A partir de ese día comencé a vivir en función de Brasilia".

Oscar Niemeyer con el presidente Juscelino Kubitschek en 1959
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viernes, 7 de diciembre de 2012

Oscar Niemeyer, el soñador de curvas, el arquitecto inmortal. Parte 1: de 1907 a 1940.

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El mundo de la arquitectura llora al último de una generación inigualable. Un ejemplo de pasión por su trabajo y por la vida. Lleno de lucidez, todo lo que hacía y decía estaba fundamentado en una gran convicción frente a sus ideales, apoyado por la experiencia de los años. Un hombre sencillo, honesto, al que hoy quiero homenajear repitiendo sus propias palabras, las del maestro Oscar Niemeyer.

Debido a la extensión de su legado, dividiré la publicación en varios artículos que completarán los 104 años de su fructífera vida. Este primero abarca desde su nacimiento en 1907, hasta 1940. 

Oscar Niemeyer (1907-2012)


"Me gustaba dibujar. Recuerdo que cuando era un niño empezaba a dibujar con el dedo en el aire y mi madre me preguntaba:- ¿Que estás haciendo?. "Estoy dibujando". Así que fue el dibujo el que me llevó a la Arquitectura". 


Dibujos de Oscar Niemeyer


"Estábamos en 1928, año en el que me casé con Annita Baldo. Una chica bonita, modesta, hija de inmigrantes italianos de Padua, cerca de Venecia. En esa época todavía no había tomado el camino correcto. Al contrario, llevaba una vida bohemia y despreocupada donde todo me parecía bien. Pero después del matrimonio empecé a comprender la responsabilidad asumida y me puse a trabajar en la imprenta de mi padre; entrando después en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Recuerdo esos primeros tiempos. Annita me ayudaba con los dibujos de la escuela y yo dividí mi vida entre la arquitectura y la imprenta". 


Oscar Niemeyer y Annita Baldo, con su hija Anna María.

"Me resistí a entrar en una firma constructora. Ese trabajo paralelo que llevan los estudiantes para conocer mejor la profesión, alentados por el salario que les abre otras posibilidades. Me resistí, no quería, como la mayoría de mis colegas, adaptarme a esa arquitectura comercial que vemos por ahí. A pesar de mis dificultades financieras preferí trabajar, gratuitamente, en el estudio de Lúcio Costa y Carlos Leao, donde esperaba encontrar respuestas a mis dudas de estudiante de arquitectura. Era un favor que ellos me hacían. Mi decisión evidenciaba que no era un espíritu vacío que buscaba la inmediatez. Al contrario, tenía como objetivo ser un buen arquitecto".

"Mis queridos amigos me enseñaron a respetar nuestro pasado colonial, a sentir la belleza de esas viejas construcciones portuguesas, sobrias, frías, con sus gruesas paredes de piedra o tierra apisonada. De arquitectura sólo me dieron buenos ejemplos. Honestos, irreprochablemente sinceros, como todos debíamos ser. Recuerdo a Leao dibujar sus bellas mujeres, hablándonos del mundo de las artes, riendo desinhibido como un buen amigo. Lúcio era más distante, prudente y cortés como siempre".

Oscar Niemeyer, en el estudio de Lúcio Costa y Carlos Leao, sobre el año 1935.

"Traté mucho con Le Corbusier, pero el primer contacto que tuvimos fue en 1936 en Rio de Janeiro, cuando presionado por Lúcio, Gustavo Capanema, ex ministro de educación, decidió convocar una serie de conferencias. (...) Por aquella época andábamos caminando por la periferia de su arquitectura. Habíamos leído su obra como sagrado catecismo. Pero aún no estábamos, como hicimos después, integrados en sus secretos y minucias". 

"Para nosotros Lúcio fue el líder absoluto en quien se podía confiar. Recuerdo algunos pasajes que marcan su carácter, su grandeza moral, el aprecio que sentía por sus compañeros. Un día organizaron un concurso para el Pabellón de Brasil de la feria de Nueva York. Cuando se enteró de que él había quedado primero y yo segundo (...) habló con el ministro Joao Carlos Vital, consiguiendo que viajáramos a los EEUU y trabajáramos juntos en el proyecto final. Este, por cierto, es el único proyecto que recuerdo con vergüenza, convencido de que debería haberme limitado a ayudar al desarrollo de su proyecto sin tratar de influir en la solución. Me consuela saber que prevaleció su idea inicial (...). Yo era joven, y la arquitectura, para mí, una atracción incontrolable".


Oscar Niemeyer, Lúcio Costa y familia en Nueva York (1938)

"Un día, Juscelino Kubistchek, alcalde de Belo Horizonte me dijo -: "Quiero crear un entorno de ocio en Pampulha. Un barrio hermoso como ningún otro en el país. Con casino, club, iglesia y restaurante. Y necesito el proyecto para mañana". Yo acepté, elaborando por la noche lo que me pedía, en mi cuarto del Grand Hotel. El proyecto me interesaba vivamente, era la oportunidad de contestar a la monotonía que cerraba a la arquitectura contemporánea, a la ola del funcionalismo mal comprendido que limitaba, a los dogmas de "forma y función" que surgían contrariando la libertad plástica que el hormigón armado permitía".

"La curva me atraía. La curva libre y sensual que con una técnica nueva me sugerían a las viejas iglesias barrocas. (...) La curva puede ser bella, elegante y lógica, si está bien estructurada y construida".


Dibujos del proyecto de Belo Horizonte (1940). Oscar Niemeyer

Iglesia de Belo Horizonte.
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