jueves, 15 de marzo de 2012

La sociedad del sobreconsumo

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Como todos sabemos, vivimos en una sociedad en la que se nos estimula la impuesta necesidad de comprar cosas nuevas, relacionando eso con una renovación a veces incluso personal. Pero, ¿de dónde viene todo esto?. ¿Es posible algún tipo de cambio?.

La sociedad de consumo, nació de la mano de la producción en masa, alimentada por algo que se denomina la obsolescencia de los objetos. Con el auge de la era industrial, las máquinas creaban más objetos de lo que los ciudadanos podían comprar. Ya a finales de los años 20 se empezaba a vislumbrar el problema de la durabilidad para la economía: un artículo que no se desgasta, es una tragedia para los negocios. Al aumentar la oferta, se redujeron los precios, y la gente empezó a comprar más por diversión que por necesidad. De esta forma, la economía se aceleró. Pero con la crisis de Wall Street de 1929, hubo un frenado de la sociedad de consumo, provocándose una recesión económica. La gente ya no podía sostener el exceso de productos creado por la mecanización, sino que sus necesidades se volvieron más básicas: trabajo y comida. Bernard London propuso que la forma de movilizar de nuevo el mercado era incorporar en todos los productos una nueva exigencia: que tuvieran una vida limitada. De esta manera la población se veía obligada a comprar, ya que sus pertenencias se desgastaban rápidamente o dejaban de funcionar. El señor London pensó que al movilizar el mercado, perduraría la continuidad en la producción, y ello promovería la creación de puestos de trabajo. 

La obsolescencia realmente no se instauró en la producción hasta los años cincuenta. Brooks Stevens fue uno de sus propulsores. Fue un diseñador industrial estadounidense que creaba objetos cuyo diseño se basaban en un fuerte contenido estético, con un halo de novedad y modernidad que invitaba a su compra. Se presentaban como objetos inspirados en la industria automovilística, relacionada con el lujo, el avance tecnológico y la opulencia. 

"Toastalator" de Brooks Stevens.

El diseño y el marketing seducía al consumidor para que deseara siempre el último modelo. De esta época son los famosos anuncios de electrodomésticos donde se ven a sonrientes mujeres disfrutando de novedosos aparatos que las ayudarían en las tareas del hogar. Brooks Stevens recorrió los Estados Unidos extendiendo la idea de la obsolescencia basada en la motivación de la necesidad de poseer cosas nuevas e implantando su germen. Esto era contrario a la mentalidad europea de crear productos que perdurasen. La idea de Stevens venía acompañada de un sentimiento de optimismo tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Aquí nació la nueva necesidad de renovar nuestras pertenencias incluso antes de que ya no fueran aptas para su uso, trayendo consigo un fuerte condicionante psicológico: llegar a la libertad y la felicidad a partir del consumo ilimitado. 



Hoy en día el término "obsolescencia" se ha cambiado por "ciclo de vida del producto". Las propias empresas determinan cada cuanto tiempo desean una renovación y los diseños deben encajar perfectamente con las estrategias de mercado. Todo ello venía apoyado por la publicidad consumista y con la oferta de créditos por parte de los bancos. 

La caducidad de los objetos produce un flujo continuo de residuos a países tercermundistas. Muchos llegan allí como "productos de segunda mano", pero la mayoría son irreparables, y terminan en grandes contenedores que destrozan el equilibrio medioambiental. No es sostenible un sociedad de consumo y crecimiento ilimitado en un planeta con recursos limitados. 

No se puede diferenciar entre negocio, y mantenimiento medioambiental. Los dos deben ir de la mano. Se deben reformar los procesos productivos reduciendo al máximo en impacto ecológico. Una solución puede ser la creación de productos biodegradables, junto con el distanciamiento del sobreconsumo. Esto requiere un cambio de modelo de desarrollo, pero puede empezar por un cambio de mentalidad a nivel individual. No basar nuestra autoestima e identidad en la adquisición de productos. En el momento en el que el ciclo de vida de un producto se reduce y nos vemos obligados en cierta manera a consumir más, esto tendría que venir acompañado por un abaratamiento de los consumibles. Pero ni siquiera es así en muchos casos, y la gente sigue consumiendo. Volver a un punto de consumo en el que la huella ecológica se reduzca a algo sostenible implica volver a un nivel de consumo de por ejemplo, un país como Francia en los años 60. No tiene porqué estar relacionado con un descenso de la calidad de vida, siempre y cuando no se relacione la calidad de vida con las posesiones materiales. 

Los campos del diseño son ilimitados, ya que se basan en la ilimitada imaginación del ser humano. Hay muchos ámbitos de necesidad en los que se puede trabajar, como por ejemplo, la mejora de los objetos para su uso por parte de minusválidos, o sin ir más lejos, el diseño de productos que no partan de un planteamiento sobreconsumista. 

Como diseñadores, tenemos que reflexionar sobre la frase de R. Buckminster Fuller: "Si usted quiere ser diseñador tiene que decidir que le interesa más: hacer cosas que tengan sentido o hacer dinero". 


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4 comentarios:

  1. Supongo que lo habréis visto, pero el documental "Obsolencia programada" es muy impactante respecto a este tema. Besitos desde Ecuador.

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    1. Hola Mar,

      Has dado en el clavo. Este documental, q por cierto recomiendo en mi lista de películas, ha sido una de las grandes referencias a la hora de escribir esta entrada.

      ¡Un saludo!

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  2. ¿Y cómo se supone que se puede conseguir que "no se relacione la calidad de vida con las posesiones materiales"? Es algo que el ser humano lleva haciendo, por lo menos, desde el Paleolítico. Y que el capitalismo, desde el siglo XIV, no ha hecho más que potenciar. De hecho, es que nuestro sistema se basa en gran medida las libertades del liberalismo, aquellas que la Ilustración tanto reclamó y que ahora vemos como una aspiración universal ineludible. Y una de las principales es la libertad de poseer materialmente las cosas, y además hacerlo de manera individual. Ni siquiera los modelos alternativos, como el socialismo, han conseguido eliminar la propiedad privada de nuestro ideal de vida, sino, como mucho, socializarlos. Tu artículo sobre Ricard dice algo muy revelador acerca de estas necesidades sociales: el diseñador debe crear los objetos que necesita la gente antes de que la propia gente sepa que los necesita. Y no sólo objetos, pues ¿qué es el facebook sino una necesidad creada por un diseñador (informático)? La moda es también una respuesta a una necesidad, en este caso la de representación y reconocimiento.
    No sólo no podemos desprendernos de ella, sino que es necesario reconocerlo como algo intrínseco al ser humano, por muy insustancial que nos pueda parecer. Si no, caemos en el error de combatir algo de lo que realmente no podemos prescindir, y que por lo tanto nunca vamos a eliminar.

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  3. Estoy de acuerdo contigo en que la predilección por tener posesiones personales es algo enraizado a nuestra cultura. Pero hay niveles, y desde mi punto de vista, el sobre exceso material en el que vivimos es algo artificial con lo que nos llevan bombardeando desde no hace tanto. Cuando hablo de que no se relacione la calidad de vida con las posesiones materiales me refiero a que se pueden potencial otros valores inmateriales, y no llegar a la estampa de el niño encabritado en navidad porque no le han regalado la videoconsola que quería.

    Con respecto a lo que dice Ricard sobre "crear los objetos que necesite la gente antes de que la propia gente sepa que los necesita", se refiere a necesidades básicas de mejora en la calidad de vida, de las que a veces no somos conscientes porque ya estamos completamente acostumbrados a hacer todo de una determinada manera y hemos llegado a asumir los fallos que puedan existir.

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